Todos sentimos fascinación por un tipo específico de animal: lo vemos en la calle y lo saludamos; en la televisión nos genera ternura; y en una casa ajena lo acariciamos hasta el cansancio. De hecho, nos es imposible no encariñarnos con un peludito, al punto de llegar a adoptarlo –y adorarlo– como un miembro más de nuestra familia. Teniendo todo eso en cuenta, ¿qué harían si de repente se viesen rodeados de decenas y decenas de ellos? Bueno, no tienen que imaginarlo: Japón –como siempre–, tiene la respuesta en espacios donde los conejos, los zorros, los ciervos y los gatos son los protagonistas.
¿Les gustan los conejos y quieren ser perseguidos por ellos a lo largo y ancho de las calles mientras reclaman un pequeño snack? Bueno, tal vez sea una imagen exagerada pero si aman a los saltarines, entonces Okunoshima es su próximo destino.
Llegando a través de un ferry que parte del puerto de Tadanoumi (próximo a Hiroshima), la isla los recibe con centenares de animalitos que tienen un único objetivo: ser alimentados. Por ello, tocan los pies de los visitantes y se paran en sus patas traseras para pedir un vegetal fresco.
Hay muchas teorías sobre cómo llegaron a lo que ahora es su santuario: algunas de las suposiciones se relacionan con el período entreguerras, donde los animalitos habrían sido llevados para investigaciones relacionadas a gases venenosos producidos en el área. Otras versiones, lo niegan.
Si, por el contrario, su sueño es transformarse en el señor o la señora loca de los gatos, en Tashirojima es posible lograrlo. Con tan solo 100 habitantes –cuyas profesiones están abocadas a la pescadería o la hospitalidad–, los felinos son agasajados constantemente con alimentos y bebidas puesto que los isleños creen que, a través de su cuidado, recibirán una buena fortuna.
De hecho, su adoración por estos animales es tal, que hasta algunos edificios cuentan con adornos relacionados a ellos. Además, en el centro de la isla hay un templo para los gatos (Neko-jinja). La historia cuenta que, durante el Período Edo, los felinos solían ayudar a los pescadores a predecir el clima y el movimiento de los peces por lo que, cuando accidentalmente falleció uno, un trabajador decidió construir el santuario en su honor.
A diferencia de los conejos, el origen de los gatos se remota a un objetivo más natural: debían controlar la reproducción de ratones y de un tipo específico de gusanos que se producían cerca de la seda –material que se fabricaba en la zona–.
Zorros, zorros por todas partes. ¿En dónde? En Zao Kitsune Mura (Aldea de zorros), ubicada en la prefectura de Miyagi. Además de sacar fotos, los visitantes pueden pagar 100 yenes (alrededor de un dólar) a cambio de bolsas con alimentos para estos simpáticos animalitos que pelean constantemente por llamar la atención.
Los japoneses creen que los zorros poseen poderes místicos o que son mensajeros de la deidad de la fertilidad, prosperidad y el arroz, Inari Okami. Por eso, estas seis razas –azul ártico, gris, cruza, sombra ártica, rojo, platino–son mantenidas con extremo cuidado en espacios amplios donde pueden tener una vida normal, sin llegar a ser domesticadas.
Por último, si su idea es sentirse como si Papá Noel estuviese a la vuelta de la esquina, Nara es una elección inteligente. Además de los incontables templos y ruinas que se pueden visitar, este lugar está rodeado por carteles amarillos que indican “Cuidado con los ciervos”.
Es imposible no volverse loco intentando fotografiar a los animales que duermen tranquilamente en las áreas verdes pero las imágenes más valiosas se logran cuando se compran unas pequeñas galletas con las cuales se los alimenta: una vez que escuchan el paquete, cinco o seis de ellos se acercan inmediatamente. Cabe aclarar que, a pesar de su gran tamaño, están acostumbrados a las personas por lo que nunca hacen más que tocar un brazo para reclamar un poco más de comida.
Kawaii, ¿no? ¿Qué otros animales les gustaría ver en grandes cantidades?
Colaboración para Yokichi Eventos: http://www.yokichieventos.com/novedades/invasion-de-kawaiiness/