Una amiga me acaba de compartir un texto escrito por el actor Nathan Fillion que describe exactamente la razón por la cual adoro todos los programas de televisión que veo a diario. Aunque no es común encontrar esto en mi blog, me fue imposible no traducirla y compartirla:
Hablemos sobre entretenimiento. Algunos programas de televisión los veo para escapar y, otros, por el viaje. La diferencia está en si el show me distrae o si esta pieza de trabajo puede suspender mi incredulidad y transportarme al reino del "que pasaría si...". Definitivamente, no lo veré la semana siguiente si no me importa qué sucede después. Denme una historia que me haga preguntarme qué haría yo en esa misma situación. Déjenme preocuparme por los personajes que llegué a conocer, mirarlos mientras aprenden y crecen, o se estancan y fallan. Déjenme odiarlos, dejen que me decepcionen. Permítanme verlos tomar decisiones de acuerdo a sus experiencias.
Cuando me meto en un programa, éste trasciende de la típica experiencia de verlo en casa solo. Quiero compartirlo, reunir a mis amigos. Preparo bebidas y comida, a veces temáticas de acuerdo al show. Nos deleitamos en la emoción de haber esperado toda la semana, charlando sobre las partes que nos conmovieron, prediciendo qué pasará luego y por qué pensamos que será así. Traigo nuevas personas que nunca han visto el show y veo cómo su emoción crece solamente por el hecho de estar rodeados por otros que ya han sido fascinados. Nos reunimos enfrente de la TV y bajamos las luces. Todos encuentran una posición cómoda, hacemos nuestras bromas y comentarios de último minuto, y luego... silencio. El show comienza. La espera ha terminado. La semana hablando acerca del último episodio ha finalizado. La anticipación es saciada. El viaje continúa.
Pasamos las propagandas entre risas, gritos ahogados y comentarios, tanto positivos como negativos, no importa. Lo que importa es lo que nos están haciendo sentir. Emociones que brotan de nada... Nada más que de un show bien elaborado.
Nathan Fillion
(extracto de carta publicada en EW: http://www.ew.com/article/2015/03/31/nathan-fillion-walking-dead-love-letter)
Versión en inglés:
Let’s talk about entertainment. Some television I watch for the escape, and some, for the journey. The difference being is whether this show is distracting me, or can this piece of work suspend disbelief and transport me to a realm of “what if.” I certainly won’t tune in next week if I don’t care about what happens next. Give me a story that has me asking what I’d do in that same situation. Let me be concerned for characters I’ve come to know, watch them learn and grow, or stagnate and fail. Let me hate them, let them disappoint me. Let me see them make choices shaped by their experiences.
When I really sink into a program, it transcends the typical watching at home alone experience. I want to share it, to gather my friends. I have beverages and food, sometimes in the theme of the show. It becomes an event. We revel in the excitement of having waited all week, chatting about parts that moved us, predicting what will happen next and why we think so. I bring new people who have never seen the show into the fold, and I see the excitement grow inside them just from being surrounded by others who are already swept away. We gather in front of the TV and dim the lights. Everyone finds a comfortable position, we make our last minute jokes and comments, and then—silence. The show begins. The waiting is over. The week spent talking about the last episode is over. The anticipation is satiated. The journey continues.
We spend commercial breaks hooting, gasping, and commenting, positively or negatively, it doesn’t matter. What matters is that we are being made to feel. Emotions are welling up from nothing—nothing but a well-crafted story.
Nathan Fillion