Friday, May 29, 2015

Un cumpleaños muy especial

Nuestro cumpleaños es siempre una fecha genial: desde los preparativos, sentimos esa emoción que se alarga hasta que, finalmente, llega el día donde amigos, compañeros y familiares nos agasajan de la forma en que más nos gusta. ¿Por qué no sucedería lo mismo con Buda? En Corea se piensa que el día de su llegada debe festejarse a lo grande, con una semana que termina en una gran fiesta.
Bajo el nombre “Seokga tansinil” (석가탄신일, cumpleaños de Buda) o “Bucheonim osin nal” (부처님 오신 , el día que Buda vino), esta celebración alcanzó su culminación el pasado 25 de mayo con un feriado nacional donde millones de personas –creyentes o no– pudieron rezar o, simplemente, disfrutar de los carnavales.
¿Qué se hace en este día? Lo usual es asistir a templos adornados, en su totalidad, con simpáticas decoraciones de colores alegres como el rojo, rosa y dorado. De hecho, este día es conocido como “Festival de las linternas” por la utilización de miles y miles de ellas con velas dentro, desde donde cuelgan pequeñas etiquetas de papel para que los asistentes escriban su nombre y un deseo profundo que esperan que se haga realidad.
Una vez allí, los visitantes son convidados con comidas gratuitas –usualmente se les ofrece bibimbab (비빔밥), una mezcla de arroz con vegetales–. Además, se puede participar en actividades tales como juegos, bailes con máscaras y apreciaciones de danzas acrobáticas.
¿Cómo es este día en Japón? A pesar de ser vecino con Corea, esta festividad es siempre celebrada el 8 de abril y es conocida como “Hanamatsuri” (花祭, Festival de la flor) debido a que es costumbre llevar ramos a los templos.
En el resto de Asia, algunos combinan el cumpleaños con la iluminación y muerte al visitar templos, realizar procesiones con velas y revisar los preceptos de sus creencias. Dependiendo de la región, la festividad se realiza en un solo día o una semana. Y ustedes, ¿qué planifican para sus cumpleaños? 

Colaboración para Yokichi Eventos

Saturday, May 23, 2015

¿Buscando cocinar en Tokyo?

Uno de mis amigos es fanático del arte culinario y sus utensilios. Además, ama Japón y siempre me cuenta sobre un lugar específico dónde conseguir objetos de excelente calidad en esa gran ciudad. Me pregunto si habrá algún chef entre los lectores porque si la respuesta es sí, definitivamente les aconsejo agendar la siguiente recomendación: Kappabashi (合羽橋) o ciudad de la cocina.
Siguiendo el significado literal de su nombre, Kappabashi es una zona ubicada entre Ueno y Asakusa, cuya calle principal está rodeada de fantásticas tiendas que ofrecen cualquier instrumento que uno necesite para cocinar en su casa o un restaurant: desde cuchillos, hornos y ollas, pasando por muebles de cocina y decoraciones tales como apetitosos platos de comida hechos de plástico para exhibir en los ventanales de los locales.
Allí, dos negocios rivales –Kamaasa y Kamata– se encuentran a una cuadra de distancia y ofrecen los mejores cuchillos de Japón.
En Kamaasa, un comprador no solo se hallará con vendedores que hablan inglés, además de japonés, sino que le ofrecerán una encuesta para ayudarlo a encontrar el cuchillo ideal para su necesidad. ¿Cuáles son las preguntas que determinarán la compra? Las siguientes: “¿Cuál será el propósito del cuchillo? ¿Lo quiere para picar, escarbar o rebanar? ¿Quiere una cuchilla fina o gruesa? ¿Lo usará para cortes japoneses u occidentales? ¿Qué tipo de mango prefiere? ¿Gordo o delgado?”.
Como si se tratara de la elección de una varita en el mundo de Harry Potter, tras obtener las respuestas, el vendedor hará que el visitante sostenga el cuchillo en su mano para ver cómo se siente. Y luego, la magia ocurre.
En Kamata –además de seguir una metodología similar a la anterior–, se concentran más en el correcto mantenimiento y cuidado de los utensilios, por lo que hacen muchas recomendaciones sobre lo que se debe y no hacer, además de ofrecer afilados gratuitos. Mientras uno espera ser atendido, puede perderse en una exhibición de impecables –y afiladísimos– cuchillos que pueden usarse para todo tipo de situaciones; inclusive, como adornos.
Aunque no cocinen, parece ser un lugar demasiado interesante como para dejarlo fuera de la lista, ¿no? 

Colaboración para Yokichi Eventos

Friday, May 22, 2015

Una noche bienvivida (Mónica Abraham en Hasta Trilce)


Cuando Registros de Cultura anunció “Canciones bienVividas”, el mail desde donde salió la gacetilla se llenó de mensajes que expresaban alegría, cariño y mucha, mucha ansiedad. Y no eran sólo de parte de amigos o conocidos, distintos medios se interesaron en difundir aquella palabra que, tal como decía Hamlet, debe ser salvada.
Desde ese momento, se iniciaron los preparativos para la salida y presentación del disco. Fue entonces que se decidió armar un Ciclo de conciertos en Hasta Trilce, donde Carlos Pino, Mónica Abraham y el Trío Correa-Mielgo-Condomí presentarían sus trabajos ante ese público ansioso.
Tras una memorable noche junto al ex Trovador -el pasado 7 de mayo- ayer, fue el turno de Mónica, una artista que es encantadora en todo momento: cuando una llamada tuya para consultarle sobre una entrevista la despierta, cuando saluda al llegar a un lugar, cuando sube y baja del escenario. 
Más allá del listado de canciones, no hubo un plan en su presentación. Ella salió a ser ella misma. Fue así que, pasadas las 21 horas, empezó a dialogar con su público: tomó el papel de cantora, entrevistadora, admiradora de sus músicos e invitados, siempre con un toque de humor que, según ella, no se debía a nada que hubiera fumado.
Mientras cantaba, movía sus manos dándole vida a sus canciones, sentido y emoción a cada una de sus palabras y letras compuestas por sus amigos Orlando Miño, Chacho Muller, Jorge Giuliano, Alicia Crest, Luiz Carlos Borges, Apparicio Silva Rillo, Nelson Ávalos, Hugo Pardo, Jorge Marziali, Teresa Parodi, Tato Finocchi, Sergio Rodríguez, Pocha Barros, Ramón Navarro, José Pedroni, Ariel Ramírez, Felix Luna, Victorino Carriço, Eduardo Falú, Jaime Dávalos, Caito Díaz y Horacio Molina.
Más allá de su humildad y contagiante alegría en las pausas, Mónica se enseriaba al escuchar los primeros compases de una nueva canción. Cerrando sus ojos, apreciaba a cada uno de los músicos que la acompañaron: Matías Álvarez en piano, Pablo Alessia en guitarra, Freddy Vidal en guitarra, Matías Furió en percusión y Agustín Marquesano en bajo. Ella los aplaudía al finalizar cada tema. Y el público hacía lo mismo con ella, tras haber hecho silencio para escuchar sólo su voz.
En dos momentos, la sorpresa se apoderó de la artista: Junior Carriço y Orlando Miño grabaron mensajes desde el extranjero para ella. Ambos introdujeron sus composiciones y una oleada de agradecimientos para todos los involucrados con el disco, desde los invitados a la productora, agentes de prensa como Silvia Majul -responsable de la enorme repercusión en los medios-, amigos y familiares.
Nelson Ávalos, artista folklórico chubutano, fue el primero en compartir el escenario. Apenas subió, Mónica decidió tener una charla informal en donde ambos compartieron chistes sobre el nombre del actual hogar de Nelson, El Hoyo. Juntos, interpretaron “Tarde de brisas”. Fue al finalizar que ella decidió pasar a ser una espectadora más: sin estar planificado, lo invitó a que tocara algo de su propia autoría.
Una situación parecida sucedió con Jorge Giuliano: parada a su costado, Mónica quiso ponerse al día y le contó al público sobre la reciente gira por España de él, lo que derivó en una anécdota sobre su “Vidala del sol” cantada por gitanos. Los asistentes -algunos de ellos ubicados en las escaleras de los costados- se reían y escuchaban con atención. Luego de una simpática historia sobre “No miró para atrás”, ambos la interpretaron de manera magistral. También, ella lo invitó a protagonizar el escenario con uno de sus temas.
Ramón Navarro no necesitaba presentación pero Mónica la hizo e inició una charla coloquial sentándose en una pequeña mesa al lado de su silla. Con sus 81 años, Ramón mencionó una poesía de Pedroni que no recordaba pero, pasados apenas dos minutos, no sólo rememoró el nombre sino su contenido. Todos hicieron silencio y dejaron que sus palabras conmovieran tanto en ese momento como con la canción “Deshojamiento”. Y así pasó.
Ya cerrando la presentación, Guillermo Masi subió al escenario junto al Coro Procanto Popular: hombres y mujeres con camisas azules se agruparon alrededor de dos micrófonos para cantar “La puerta” y, con mucha alegría, para terminar con “La sachapera”, al ritmo de aplausos, gritos y una ovación de pie que, con una mano en su pecho, Mónica pareció llevarse al corazón. 
En Hasta Trilce se vivió una noche emocionante, alegre, entretenida y abundante de talento. Una noche bienvivida.

Sunday, May 10, 2015

John Green / David Levithan: Dos mundos bajo un idéntico nombre

¿No es extraño cruzarse con una persona con tu mismo nombre y apellido? John Green y David Levithan piensan que sí lo es, por lo que basaron su novela Will Grayson, Will Grayson en eso: el encuentro fortuito de dos muchachos de más o menos la misma edad y bastante antisociales pero con amigos especiales que hacen que sus vidas no sean tan monótonas.
“Pienso en cuánto dependes de tu mejor amigo. Cuando te despiertas por la mañana, sacas las piernas de la cama, pones los pies en el suelo y te levantas. No te acercas al borde de la cama y miras hacia abajo para asegurarte de que el suelo está ahí. El suelo siempre está ahí. Hasta que deja de estar”, concluyen, a su manera, ambos personajes.
Will Grayson es un estudiante de secundaria bastante sumiso cuya vida social gira alrededor de su mejor amigo, Tiny Cooper –un gigantesco joven que no esconde su homosexualidad ni sus deseos de resaltar en cada situación posible– y el próximo éxito de la temporada: la fabulosa obra de teatro Tiny Dancer, una comedia musical sobre las fallidas relaciones amorosas del chico.
will grayson –sic–, por su parte, vive recluido en un rutinario mundo que odia, con una madre que no lo comprende, un trabajo que necesita y Maura, una chica que insiste en meterse en donde no la llaman. Lo único interesante es Isaac, un amigo cibernético que poco a poco se convierte en su amor platónico a quien desea conocer personalmente.
Lo interesante de ambas historias no son tanto los hechos que llevan a ambos Wills a encontrarse en un lugar totalmente diferente a los que ellos suelen frecuentar, sino la forma en que estos suceden: Green y Levithan escriben en primera persona, en presente, de manera directa y sin adornos, lo que hace que, a pesar de llamarse igual, el lector siempre sepa de qué Grayson se trata. A esto se suma que los diálogos están armados cual conversaciones por chat, con los nombres de los personajes al principio de cada frase.
Cabe destacar que los autores decidieron intercalar capítulos –redactando uno cada uno– con distinciones en la forma de narración: las secciones del Will Grayson amigo de Tiny son los capítulos impares y están escritas con propiedad, mientras que las del otro will, forman los pares y aparecen con las minúsculas propias del mundo virtual que tanto adora.
Lo curioso de Will Grayson, Will Grayson es que, con el pasar de las páginas, el musical Tiny Dancer cobra casi tanto protagonismo como los chicos: de hecho, siempre encuentra un espacio para ser mencionado y, de alguna forma, terminar opacando los hechos que le transcurren a los muchachos. Estas interrupciones, en vez de dificultar el avance de la trama, la facilitan y la hacen más divertida.
La novela es la primera colaboración entre los norteamericanos John Green y David Levithan. Ambos escribieron sus introducciones por separado y, tras leer el trabajo del otro, se dieron cuenta que la idea funcionaría. Green es un escritor norteamericano reconocido mundialmente por su novela Bajo la misma estrella, llevada al cine en el 2014. Levithan es un autor y editor que recibió varios reconocimientos por su literatura protagonizada por hombres fuertes y homosexuales.

Autores: John Green y David Levithan
Editorial: Nube de Tinta
Páginas: 336
Precio: $219,00



Friday, May 8, 2015

Cortesías hasta en las compras

Cuando uno está de viaje todo le resulta extraño: desde la ropa que se usa a los transportes, pasando por la comida y cualquier otra costumbre que sea diferente a la propia. Ir a Japón es toda una experiencia: sean por los baños súper tecnológicos, las máquinas expendedoras o el tren bala, un día en cualquier ciudad del país generaría incontables anécdotas dignas de ser contadas hasta a los nietos.
Algunas situaciones curiosas –originales, simpáticas o bizarras– se dan hasta en los momentos más cotidianos. Por ejemplo, en los supermercados –como en casi todos los negocios–, los vendedores te reciben con un “Irasshaimase!” (いらっしゃいませ), frase que desconcierta a más de un turista que no sabe qué responder (yo, por lo general, saludaba con un Ohayou gozaimasu! [おはようございます] o un Konnichiwa! [こんにちは], dependiendo de la hora).
Ahora bien, ¿qué pasa al momento de ir a pagar las compras realizadas? Las personas que atienden los locales son conscientes que no todos los extranjeros que visitan Japón saben el idioma por lo que es común que digan el total a abonar y, al mismo tiempo, señalen una pequeña pantalla donde indica el número en yenes. Siempre con una sonrisa, claro está.
En la caja, los trabajadores no entablan charlas con los compradores pero sí les preguntan si necesitan bolsas (la muestran, en caso que no entiendan lo que están diciendo) e, inclusive, hasta pueden llegar a ofrecer regalos por los gastos (en una ocasión, en Kyoto, me obsequiaron una coqueta carpeta de Rilakkuma).
Luego de eso, el cliente paga, pero la transacción no termina ahí. Resulta ser que hay una serie de pasos a seguir por los cajeros antes de dar por finalizada la compra. Veamos cuáles son:
  • Es común que el vendedor sostenga el dinero con ambas manos y cuente el vuelto en voz alta.
  • Después, ordena los billetes de menor valor a mayor para que, cuando se guarden en la billetera, queden acomodados.
  • Finalmente, entrega las monedas junto al ticket de la compra, haciendo una pequeña reverencia que indica que el proceso culminó.


Bastante simpático, ¿verdad? ¿Qué costumbres les llamó la atención cuando estuvieron de viaje?

Friday, May 1, 2015

Las carpas al viento…

Hace unas semanas, hablamos sobre una celebración en donde las agasajadas eran las niñas –el hinamatsuri– pero en esta ocasión, les voy a contar sobre el esperado kodomo no hi (こどもの日 – Día del niño) que se festejará el 5 de mayo, momento en que niños y niñas de todo Japón salgan a las calles a izar banderas koinobori, las típicas con formas de carpas.
Originalmente, este día era conocido como tango no sekku (端午の節句) y hacía referencia al Día de los niños varones o el Festival de los banderines, separándose del hinamatsuri. Fue en 1948 que el gobierno japonés lo decretó como feriado nacional para celebrar a los niños de cualquier sexo y expresar un agradecimiento a sus padres.
¿Qué se hace en el kodomo no hi? Además de izar las banderas koinobori –donde el pez más grande y negro representa al padre, mientras que uno más pequeño y rojo refiere a la madre, dejando a los chiquitos para personificar a los niños de la familia–, se exhiben los muñecos representativos de los héroes nacionales en conjunto a reproducciones de cascos y armaduras de la época feudal. La comida, claro está, es también protagonista puesto que es común hallar kashiwa-mochi y chimaki (ambos pastelitos dulces japoneses).
La idea de este día es transmitir a los niños valores como la perseverancia y la determinación frente a cualquier obstáculo de la vida. Esto se hace a través de una antigua leyenda que habla sobre la existencia de una puerta mágica –Puerta del Dragón– que se encontraba al final de un caudaloso río. Según se cuenta, solo el pez que nadara contra la corriente y alcanzara el portal se transformaría en un dragón. Fue, finalmente el koi quien, tras demostrar fuerza e incansable voluntad, llegó al final y alcanzó el objetivo.
Un dato curioso: el 5 de mayo es parte de la Golden Week japonesa en conjunto con el Cumpleaños del Emperador (29 de abril), Día en memoria de la constitución (3 de mayo) y Día del verdor (4 de mayo).

Otro dato curioso: hace unos días, la empresa Yoshitoku Taiko lanzó a la venta pequeñas figuras de Darth Vader vestidas con trajes samuráis para agregar a las exhibiciones tradicionales de muñecos que se realizan en el kodomo no hi. A pesar del precio –entre 1000 y 3000 dólares–, son un éxito total de ventas y más de un adulto no duda en incorporarlo a su herencia familiar. ¿Qué les parece? ¿Lo sumarían a su colección?