Cuando Registros de Cultura anunció “Canciones bienVividas”, el mail desde donde salió la gacetilla se llenó de mensajes que expresaban alegría, cariño y mucha, mucha ansiedad. Y no eran sólo de parte de amigos o conocidos, distintos medios se interesaron en difundir aquella palabra que, tal como decía Hamlet, debe ser salvada.
Desde ese momento, se iniciaron los preparativos para la salida y presentación del disco. Fue entonces que se decidió armar un Ciclo de conciertos en Hasta Trilce, donde Carlos Pino, Mónica Abraham y el Trío Correa-Mielgo-Condomí presentarían sus trabajos ante ese público ansioso.
Tras una memorable noche junto al ex Trovador -el pasado 7 de mayo- ayer, fue el turno de Mónica, una artista que es encantadora en todo momento: cuando una llamada tuya para consultarle sobre una entrevista la despierta, cuando saluda al llegar a un lugar, cuando sube y baja del escenario.
Más allá del listado de canciones, no hubo un plan en su presentación. Ella salió a ser ella misma. Fue así que, pasadas las 21 horas, empezó a dialogar con su público: tomó el papel de cantora, entrevistadora, admiradora de sus músicos e invitados, siempre con un toque de humor que, según ella, no se debía a nada que hubiera fumado.
Mientras cantaba, movía sus manos dándole vida a sus canciones, sentido y emoción a cada una de sus palabras y letras compuestas por sus amigos Orlando Miño, Chacho Muller, Jorge Giuliano, Alicia Crest, Luiz Carlos Borges, Apparicio Silva Rillo, Nelson Ávalos, Hugo Pardo, Jorge Marziali, Teresa Parodi, Tato Finocchi, Sergio Rodríguez, Pocha Barros, Ramón Navarro, José Pedroni, Ariel Ramírez, Felix Luna, Victorino Carriço, Eduardo Falú, Jaime Dávalos, Caito Díaz y Horacio Molina.
Más allá de su humildad y contagiante alegría en las pausas, Mónica se enseriaba al escuchar los primeros compases de una nueva canción. Cerrando sus ojos, apreciaba a cada uno de los músicos que la acompañaron: Matías Álvarez en piano, Pablo Alessia en guitarra, Freddy Vidal en guitarra, Matías Furió en percusión y Agustín Marquesano en bajo. Ella los aplaudía al finalizar cada tema. Y el público hacía lo mismo con ella, tras haber hecho silencio para escuchar sólo su voz.
En dos momentos, la sorpresa se apoderó de la artista: Junior Carriço y Orlando Miño grabaron mensajes desde el extranjero para ella. Ambos introdujeron sus composiciones y una oleada de agradecimientos para todos los involucrados con el disco, desde los invitados a la productora, agentes de prensa como Silvia Majul -responsable de la enorme repercusión en los medios-, amigos y familiares.
Nelson Ávalos, artista folklórico chubutano, fue el primero en compartir el escenario. Apenas subió, Mónica decidió tener una charla informal en donde ambos compartieron chistes sobre el nombre del actual hogar de Nelson, El Hoyo. Juntos, interpretaron “Tarde de brisas”. Fue al finalizar que ella decidió pasar a ser una espectadora más: sin estar planificado, lo invitó a que tocara algo de su propia autoría.
Una situación parecida sucedió con Jorge Giuliano: parada a su costado, Mónica quiso ponerse al día y le contó al público sobre la reciente gira por España de él, lo que derivó en una anécdota sobre su “Vidala del sol” cantada por gitanos. Los asistentes -algunos de ellos ubicados en las escaleras de los costados- se reían y escuchaban con atención. Luego de una simpática historia sobre “No miró para atrás”, ambos la interpretaron de manera magistral. También, ella lo invitó a protagonizar el escenario con uno de sus temas.
Ramón Navarro no necesitaba presentación pero Mónica la hizo e inició una charla coloquial sentándose en una pequeña mesa al lado de su silla. Con sus 81 años, Ramón mencionó una poesía de Pedroni que no recordaba pero, pasados apenas dos minutos, no sólo rememoró el nombre sino su contenido. Todos hicieron silencio y dejaron que sus palabras conmovieran tanto en ese momento como con la canción “Deshojamiento”. Y así pasó.
Ya cerrando la presentación, Guillermo Masi subió al escenario junto al Coro Procanto Popular: hombres y mujeres con camisas azules se agruparon alrededor de dos micrófonos para cantar “La puerta” y, con mucha alegría, para terminar con “La sachapera”, al ritmo de aplausos, gritos y una ovación de pie que, con una mano en su pecho, Mónica pareció llevarse al corazón.
En Hasta Trilce se vivió una noche emocionante, alegre, entretenida y abundante de talento. Una noche bienvivida.