Las convenciones en Argentina son el punto de encuentro para centenares de fanáticos de la cultura oriental, de los comics o de series y películas de culto. En los últimos años, pequeñas organizaciones fueron encontrando espacios de apoyo entre los seguidores hasta poder realizar eventos multitudinarios con artistas nacionales e internacionales como invitados.
El viernes 14, sábado 15 y domingo 16 del corriente mes, Argentina Comic-Con (ACC) fue el destino para miles y miles de personas que se acercaron buscando cumplir las expectativas que el nombre (asociado a la convención de San Diego, Estados Unidos) conlleva. Algunos quedaron muy conformes, otros se decepcionaron; en mi caso, habiendo asistido a la primera edición realizada en el 2013, he encontrado muchos puntos a favor y pocos en contra. Aquí mi reseña (totalmente subjetiva).
El sábado prometía ser el mejor día: Finn Jones, actor que interpreta a Ser Loras Tyrell en la serie Game of Thrones, era el invitado VIP por lo que sería presentado en el escenario ante todos los asistentes para luego realizar un meet&greet con los 300 que habían pagado un extra (de casi 400 pesos) para obtener autógrafos y una foto. Además, se presentarían Chris Claremont y distintos artistas (como Kevin Eastman, Liniers y Nik), acompañados con espectáculos de Kevin Johansen y los Heavysaurios. A todo esto, se sumaban los atractivos pertenecientes a todo el fin de semana: stands con merchandising que iban desde libros, remeras y pines, pasando por distintos tipos de accesorios y peluches, hasta katanas y réplicas de las espadas más famosas del fandom.
Para llegar al Centro Miguelete (lugar donde se realizaba la convención) desde La Plata se debe seguir un trayecto bastante simple: micro hasta Retiro, tren con destino a José León Suárez, bajarse en la Estación Miguelete, caminar una cuadra, destino final. Lo que uno nunca tiene en cuenta son los contratiempos como lo es que el tren se pare. Resulta que el mío frenó una parada anterior a la final. Oh, diablos. ¿Qué se podía hacer? Caminar, pensé. Al bajar al andén, descubrí un grupo grande de adolescentes y veinteañeros que tuvieron la misma idea por lo que nos sumamos a un trío que seguía la voz española de un GPS.
Con un poco de ayuda (tanto de la máquina como de personas que pasaban caminando) llegamos para descubrir, con placentera sorpresa, que las puertas ya habían abierto y la gente avanzaba rápido hasta ingresar al predio. Unos guardias revisaban una por una las mochilas para evitar que se ingresara con bebidas o comidas. Hasta entonces, todo era alegría, ansiedad y un poco de calor.
Adentro, el stand de la ACC fue mi primera parada. Como buena fangirl, había comprado el VIP para conocer a Finn el mismo día que salieron a la venta (despertándome a las 8 de la mañana para lograrlo) por lo que decidí acercarme para preguntar sobre lo que más me preocupaba: ¿cómo iban a organizar a 300 personas para que no se maten entre sí por un rápido ingreso al Auditorio en donde se realizaría la actividad? La respuesta me decepcionó.
El año pasado, con la primera edición de la convención, los organizadores decidieron que, para el meet&greet con Emily Kinney (Beth en The Walking Dead), los asistentes debían pasar por su stand para canjear su VIP por una entrada numerada la cual sería respetada a la hora de entrar en busca de un autógrafo y una foto. Este año, sin embargo, decidieron optar por la salida más fácil: orden de llegada y punto. "Te recomiendo estar tres menos algo para hacer la fila", me dijeron. Well, duh.
Los pasillos estaban casi vacíos: muy pocos grupos recorrían los stands preguntando precios, buscando el objeto que necesitaban para completar una colección, etc. Mi objetivo, fijado por mi amiga que me acompañaba, era uno solo: encontrar en dónde se hacía la prueba del Oculus Rift, el casco de realidad virtual que saldría a la venta el año que viene.
Tras preguntar a un miembro del staff, fuimos al primer piso y nos pusimos detrás de cinco o seis chicos que tenían nuestra misma finalidad. Pocos minutos después, me senté y probé la maravillosa tecnología. La propuesta era sencilla: uno era protagonista de un viaje en una montaña rusa. Lo mágico era poder mover la cabeza y recorrer ese mundo virtual con la propia mirada. Una experiencia excelente y muy difícil de describir. Sonrisas y pocas palabras acompañaban la finalización del turno.
A pocos metros del espacio donde se realizaba la prueba del Oculus, había no uno ni dos, sino tres stands de comidas y bebidas: la edición anterior despertó la ira de muchos asistentes por tener que realizar casi una hora de cola para poder comprar una hamburguesa o un vaso de gaseosa puesto que un solo espacio estaba destinado a su venta. Superpanchos, sandwiches, medialunas, papas, ñoquis y distintos tipos de bebidas eran las propuestas. Los precios eran elevados pero nada no visto en otro evento del estilo.
Respecto a los stands, había de todo: en la planta baja se encontraban productoras como Warner, Fox y Sony, además de espacios dedicados para coleccionistas (como el de Senkitoys) y actividades variadas (por ejemplo, el espacio promocional de Mockingjay parte 1 ofrecía la posibilidad de practicar con un arco y una flecha). Por supuesto que habían propuestas más comunes como la venta de merchandising de manga y anime, además de figuras y accesorios de series y películas. Al fondo de este espacio, se encontraba la sección para gamers, donde se conseguían desde juegos hasta accesorios para la computadora.
En el primer piso, además del espacio para el Oculus, se hallaba el destinado para distintos artistas que ofrecían sus dibujos y realizaban nuevos a cambio de un precio específico.
A medida que se acercaba el mediodía, más personas ingresaban al predio (la mayoría adolescentes y veinteañeros, dejando a los adultos como acompañantes de los más chicos) y el calor iba en aumento. Algunos cosplayers empezaron a arribar causando emoción entre los asistentes: un team del LoL (League of Legends) fue uno de los primeros en ser fotografiados. La convención empezaba de verdad.
Finn Jones es, probablemente, el actor más simpático, alegre e hiperactivo que alguna vez conocí. Tras una eterna presentación, salió al escenario, se sorprendió de nuestra máquina de aire (léase: ventilador de pie) y saludó una y otra vez a cada uno de los eufóricos asistentes.
Un grupo de cinco o seis personas fueron elegidas para hacerle preguntas, las cuales respondió con elocuencia y mucha alegría (especialmente después de enterarse que el 99% de los que estábamos ahí entendíamos el inglés). Al mismo tiempo que contestaba, movía los micrófonos para evitar que se acoplaran, se arreglaba sus majestuosos rulos, sonreía al moderador sin entenderle una palabra de las que decía, se bajaba del escenario para abrazar a quien se lo solicitaba, sacarse una que otra selfie y volver para continuar hablando.
En el VIP fue igual de asombroso: no sólo dedicó una sonrisa y un abrazo a cada uno de los 300 que asistieron, sino que se tomó el tiempo para bailar, hacer chistes y agradecer infinitamente a aquellos que le llevaron regalos. A pesar de tener 26 años, parecía un chico en una juguetería: se levantaba, saltaba, caminaba, corría, se sentaba de nuevo.
La seguridad fue todo un tema con el actor británico: cuando ingresó al Auditorio, cuatro guardias lo protegían de algo inexistente. Contrario a lo que pensaban, la fila para obtener el autógrafo y la foto pagados con anticipación, era muy pacífica y hasta simpática. Sin conocerse, muchos charlaban entre sí sobre anécdotas en otras convenciones, meet&greets con bandas y artistas internacionales, además de, claro está, su impresión sobre la reciente aparición de Finn en el escenario.
Inclusive aquellos que no iban a participar de esta parte del evento, se acercaban a preguntar con un "por favor" y un "gracias" sobre qué se estaba esperando que sucediera allí. Todos muy amables y alegres. Aún cuando la temperatura empezó a bordear los 30 grados y la gente se acumulaba al punto de no dejar espacio ni para caminar.
El problema de haber estado en el VIP fue que, si bien pude apreciar hasta el más mínimo detalle sobre Finn (además de poder socializar con las personas que estaban cerca mío en la fila, incluyendo periodistas de distintos medios), me perdí de participar en otras actividades como el concurso de cosplay y presentaciones de otros artistas.
De todas formas, no faltó un Batman, una Elsa, una banda de Deadpools, un IronMan, un Loki y una Katniss a la segunda edición de Argentina Comic-Con. Porque centenares de jóvenes y adultos decidieron disfrazarse de sus personajes favoritos.
En comparación a la primera edición, se notaron muchas mejoras: los organizadores no sólo tomaron en cuenta el espacio (cambiaron el predio de El Dorrego por el Centro Miguelete, con dos pisos y aire acondicionado) sino también los problemas que atrae el clima (esta vez, optaron por realizarla en noviembre y no bajo el sol veraniego de diciembre). De todas formas, no se podía prever que este año la temperatura también llegaría a los 30 grados, haciendo que las miles de personas se acaloraran en cuestión de minutos. Respecto a la comida, tomaron la precaución de poner varios stands con distintas ofertas, además de bebidas.
En comparación a la primera edición, se notaron muchas mejoras: los organizadores no sólo tomaron en cuenta el espacio (cambiaron el predio de El Dorrego por el Centro Miguelete, con dos pisos y aire acondicionado) sino también los problemas que atrae el clima (esta vez, optaron por realizarla en noviembre y no bajo el sol veraniego de diciembre). De todas formas, no se podía prever que este año la temperatura también llegaría a los 30 grados, haciendo que las miles de personas se acaloraran en cuestión de minutos. Respecto a la comida, tomaron la precaución de poner varios stands con distintas ofertas, además de bebidas.
Por tratarse de un evento tan grande y con tantos asistentes, es imposible abarcar todas las propuestas de un solo día. Tal vez considere ir más de una vez en la próxima edición y así poder contar un poco mejor de qué se trata. Tal vez.