En estos tiempos uno no puede evitar preguntarse si sería capaz de estar aislado sin internet o sin algún tipo de conexión con el mundo exterior. ¿Se podría vivir sin caer en la locura? Ángel David Revilla –más conocido como Dross– no sólo plantea esta premisa en “Valle de la calma”, su novela más reciente, sino que, además, agrega un ingrediente bastante perturbador: ¿qué pasaría si el lugar de reclusión –y de incomunicación– se tratase de un hospital?
“Todos los seres humanos tienen algo que es capaz de empujarlos hasta el abismo del horror, aún cuando uno no tenga la más mínima idea de qué forma viene, cuántas patas posee o cómo luce. Siempre hay algo. Siempre. La valentía es solo una condición pasajera... Siempre hay algo que es capaz de aterrorizarte”, afirma el autor.
Y es esa idea la que guía el camino de Abraham Salgado, un joven empleado del sanatorio argentino San Niño, cuya rutina se ve interrumpida por la imposibilidad de abandonar su lugar de trabajo –aún cuando ponga todo su empeño en hacerlo–. A eso se suma una serie de eventos escalofriantes que no sólo van empeorando con el paso de los días, sino que también van desenmarañando un gigante ovillo que revela secretos que relacionan ese espacio tétrico con lo más oscuro del alma humana.
Porque “Valle de la calma” no se trata de narrar desde afuera la historia de una persona a la cual le pasan cosas raras. Por el contrario: la atención recae en la psiquis del personaje principal. Es así que su soledad e imposibilidad de abandonar un espacio –sea por causas naturales o sobrenaturales– ayudan a forjar un ambiente donde la desesperación e incertidumbre van en aumento de la mano de la terrible pero inevitable pregunta: ¿es esto real?.
En ese sentido, el prólogo y la introducción prometen, de forma acertada, una “breve e inquietante estadía” a lo largo de un recorrido que puede asimilarse al de un videojuego: cada uno de los 18 capítulos aportan claves que llevan al protagonista al siguiente nivel de conocimiento y entendimiento acerca de los enfermos, los doctores y trabajadores del San Niño. En cierto punto, hasta el mismo Salgado comprende esto y empieza a establecer objetivos que debe cumplir para sobrevivir.
Si bien cada pista parece acercar al lector a la salida del laberinto, muy pocas veces se cae en un terreno predecible. Y esto es así porque cada nueva aparición, cada nueva notita bajo la puerta, deja al lector con más preguntas que respuestas. Así, Dross elabora exitosamente una historia con poquísimos personajes que entran y salen como fantasmas anónimos con escasos diálogos. A ello se suman descripciones precisas y escalofriantes, sin abundar en detalles aunque remarcan la perspectiva vista desde el ojo principal: siempre está presente lo que él ve, siente y entiende de cada situación.
Por otro lado, la novela aparenta jugar con el tiempo, creando confusiones respecto a las fechas, a la época de funcionamiento del hospital y al sitio preciso en donde se ubica. Pero todo parte de la misma táctica que no sólo marea a los lectores sino también a sus propios protagonistas, quienes caen en el juego de continuar abriendo cada una de las puertas infernales del San Niño, en busca de una potencial salida.
Ángel David Revilla, Dross o DrossRotzank, nació en Venezuela y fue en su blog, “El diario de Dross”, donde expresó su vocación por la literatura. A pesar de ser conocido durante varios años por sus videos perturbadores difundidos a través de YouTube, su salto como escritor llegó recién en el 2015 con el libro “Luna de Plutón”, seguido por “El Festival de la Blasfemia” y “La Guerra de Ysaak”.
Autor: Dross
Editorial: Temas de Hoy
Páginas: 384
Precio: $385
Reseña publicada en el Diario EL DIA: https://www.eldia.com/nota/2018-7-8-8-32-31-la-puerta-al-infierno-septimo-dia