“Uno se pregunta qué hacían exactamente ahí dentro, ¿verdad? A ver, ¿cómo es que nadie oyó nada durante tantos años? ¿No oían gritos? ¿Ni chillidos? ¿No oían llorar a los niños?”. La respuesta, por más retorcida que pueda ser, tarda en hacerse llegar porque en Maldad, el lanzamiento más reciente de Ediciones B, la prioridad no es en responder incógnitas sino en crear un escenario donde cada certeza es puesta en duda.
El thriller psicológico de Tammy Cohen introduce al lector una serie de puntos de vista que parecen no tener relación alguna entre sí. De hecho, no sólo transcurren en tiempos y espacios diferentes –en Estados Unidos, varias décadas atrás, y en el Reino Unido, en el presente–, sino que también están caracterizadas por perspectivas narrativas distintas: en primera y tercera persona.
Es así que se presenta a la doctora Anne Cater, especialista en psiquiatría, que recuerda un curioso caso que le asignaron cuando era joven: una pequeña llamada Laurie, quien ha visto horrores por culpa de sus padres, y que debe ser diagnosticada. Paralelamente, se agregan las historias de Paula, Sarah, Charlie, Chloe, Ewan y Amira, un grupo de trabajadores de Recursos Humanos cuyo mundo se da vuelta cuando nombran a la exigente Rachel Masters como su nueva jefa.
A pesar de que cada capítulo aporta una nueva visión de los hechos, se podría hablar de dos mundos: el de la joven doctora y la evaluación psiquiátrica, y el de los oficinistas y su crisis laboral –donde la tensión y desconfianza aumenta con el correr de los días– puesto que “en general, eran un grupo que se llevaba bastante bien. Sin embargo, en ese momento, mientras se abría paso entre las mesas de sus compañeros, evitando sus miradas, una pregunta se repetía en un bucle continuo en su cabeza: «¿Has sido tú?»”, piensa uno de los personajes.
Al contar la misma serie de hechos pero desde distintos ángulos, la escritora prioriza poner en contexto a cada uno de los intervinientes, sus sentimientos, su pasado y su potencial capacidad de asesinar. “Imagina que pudiéramos ver el daño en nuestro interior. Imagina que se viera por dentro como el contrabando en los escáneres del aeropuerto. ¿Que se sentiría al pasear por la ciudad con todo a la vista: todo el dolor, todas las traiciones y las cosas que nos restan valor, todos los sueños rotos y los corazones destrozados? ¿Qué se sentiría al ver las personas en que nuestras vidas nos han convertido? Las personas que somos, bajo la piel”, afirma.
En este sentido, se debe decir que Maldad tiene una forma particular de retratar el suspenso: no revela todos los hechos de entrada. Aunque los personajes poseen esa pieza del rompecabezas y saben más que lo que dicen –o piensan–, no dan detalles. A través de frases como “pese a mi educación, mi ambición y mi curiosidad, no estaba preparada. No quería ver lo que los seres humanos éramos capaces de hacerle al prójimo, ni lo que éramos capaces de soportar”, uno va intuyendo lo acontecido que no le es develado. Es así que, contrario a lo que se esperaría de un misterio a resolver, los lectores no van de la mano del protagonista de turno puesto que éste está diez pasos más adelante. Dicho en otras palabras, pareciera que el relato repitiera una y otra vez “todo a su debido tiempo”.
Ejemplos de esto se puede ver en las primeras líneas: se informa que Laurie sobrevivió a la denominada “Casa de los Horrores” pero no se sabe por qué ese hogar era tan espeluznante. En el caso de los oficinistas, su rutina empieza a desencajar con actitudes y hechos aparentemente anónimos que se suman a una serie de mails sospechosos sobre un pasado oscuro de su nueva jefa, así como también accidentes raros que ponen en peligro la vida de varios de ellos.
En este punto, se debe resaltar que, si bien el libro gira alrededor de un misterio principal y otros secundarios, estos últimos son develados a la pasada. Es así cómo la autora construye una novela donde una atmósfera de sospecha e incertidumbre es más importante que las pistas para descubrir quién cometió un crimen y por qué.
Tammy Cohen es el seudónimo de la periodista free lance nigeriana que publica bajo diferentes seudónimos de acuerdo al género en el que incursiona: Tamar Cohen –dramas contemporáneos–, Tammy Cohen –thrillers psicológicos– y Rachel Rhys –misterios históricos–. Luego de crecer y estudiar en el Reino Unido, trabajó en España e Inglaterra, desde donde colaboró para publicaciones como Marie Claire, The Times y The Telegraph. Actualmente, es miembro de Killer Women, un grupo de escritoras de crimen localizadas en Londres.
El thriller psicológico de Tammy Cohen introduce al lector una serie de puntos de vista que parecen no tener relación alguna entre sí. De hecho, no sólo transcurren en tiempos y espacios diferentes –en Estados Unidos, varias décadas atrás, y en el Reino Unido, en el presente–, sino que también están caracterizadas por perspectivas narrativas distintas: en primera y tercera persona.
Es así que se presenta a la doctora Anne Cater, especialista en psiquiatría, que recuerda un curioso caso que le asignaron cuando era joven: una pequeña llamada Laurie, quien ha visto horrores por culpa de sus padres, y que debe ser diagnosticada. Paralelamente, se agregan las historias de Paula, Sarah, Charlie, Chloe, Ewan y Amira, un grupo de trabajadores de Recursos Humanos cuyo mundo se da vuelta cuando nombran a la exigente Rachel Masters como su nueva jefa.
A pesar de que cada capítulo aporta una nueva visión de los hechos, se podría hablar de dos mundos: el de la joven doctora y la evaluación psiquiátrica, y el de los oficinistas y su crisis laboral –donde la tensión y desconfianza aumenta con el correr de los días– puesto que “en general, eran un grupo que se llevaba bastante bien. Sin embargo, en ese momento, mientras se abría paso entre las mesas de sus compañeros, evitando sus miradas, una pregunta se repetía en un bucle continuo en su cabeza: «¿Has sido tú?»”, piensa uno de los personajes.
Al contar la misma serie de hechos pero desde distintos ángulos, la escritora prioriza poner en contexto a cada uno de los intervinientes, sus sentimientos, su pasado y su potencial capacidad de asesinar. “Imagina que pudiéramos ver el daño en nuestro interior. Imagina que se viera por dentro como el contrabando en los escáneres del aeropuerto. ¿Que se sentiría al pasear por la ciudad con todo a la vista: todo el dolor, todas las traiciones y las cosas que nos restan valor, todos los sueños rotos y los corazones destrozados? ¿Qué se sentiría al ver las personas en que nuestras vidas nos han convertido? Las personas que somos, bajo la piel”, afirma.
En este sentido, se debe decir que Maldad tiene una forma particular de retratar el suspenso: no revela todos los hechos de entrada. Aunque los personajes poseen esa pieza del rompecabezas y saben más que lo que dicen –o piensan–, no dan detalles. A través de frases como “pese a mi educación, mi ambición y mi curiosidad, no estaba preparada. No quería ver lo que los seres humanos éramos capaces de hacerle al prójimo, ni lo que éramos capaces de soportar”, uno va intuyendo lo acontecido que no le es develado. Es así que, contrario a lo que se esperaría de un misterio a resolver, los lectores no van de la mano del protagonista de turno puesto que éste está diez pasos más adelante. Dicho en otras palabras, pareciera que el relato repitiera una y otra vez “todo a su debido tiempo”.
Ejemplos de esto se puede ver en las primeras líneas: se informa que Laurie sobrevivió a la denominada “Casa de los Horrores” pero no se sabe por qué ese hogar era tan espeluznante. En el caso de los oficinistas, su rutina empieza a desencajar con actitudes y hechos aparentemente anónimos que se suman a una serie de mails sospechosos sobre un pasado oscuro de su nueva jefa, así como también accidentes raros que ponen en peligro la vida de varios de ellos.
En este punto, se debe resaltar que, si bien el libro gira alrededor de un misterio principal y otros secundarios, estos últimos son develados a la pasada. Es así cómo la autora construye una novela donde una atmósfera de sospecha e incertidumbre es más importante que las pistas para descubrir quién cometió un crimen y por qué.
Tammy Cohen es el seudónimo de la periodista free lance nigeriana que publica bajo diferentes seudónimos de acuerdo al género en el que incursiona: Tamar Cohen –dramas contemporáneos–, Tammy Cohen –thrillers psicológicos– y Rachel Rhys –misterios históricos–. Luego de crecer y estudiar en el Reino Unido, trabajó en España e Inglaterra, desde donde colaboró para publicaciones como Marie Claire, The Times y The Telegraph. Actualmente, es miembro de Killer Women, un grupo de escritoras de crimen localizadas en Londres.
Autora: Tammy Cohen
Editorial: Ediciones B
Precio: $329,00
Cantidad de páginas: 392
Editorial: Ediciones B
Precio: $329,00
Cantidad de páginas: 392
Reseña publicada en el Diario EL DIA: http://www.eldia.com/nota/2017-11-26-9-10-4-horror-y-suspenso-a-su-debido-tiempo-septimo-dia